domingo, 18 de marzo de 2012

LA SOPA DE PIEDRA



Os pongo este cuento donde colaborando cada uno con un alimento se puede hacer una buena comida o menú, para compartir entre todos

LA SOPA DE PIEDRA 



Hubo una vez, hace muchos años, un país que acababa de pasar una guerra muy dura. Como ya es sabido las guerras traen consigo rencores, envidias, muchos problemas, muchos muertos y mucha hambre. La gente no puede sembrar, ni segar, no hay harina ni pan.
Cuando este país acabó la guerra y estaba destrozado, llegó a un pueblecito  un soldado agotado, harapiento y muerto de hambre. Era muy alto y delgado.
Hambriento, llegó a una casa, llamó a la puerta y cuando vio a la dueña le dijo:
- “Señora, ¿no tenéis un pedazo de pan para un soldado que viene muerto de hambre de la guerra?”
Y la mujer le mira de arriba abajo y responde:
- “Pero ¿estás loco? ¿ no sabes que no hay pan, que no tenemos nada? ¿ cómo te atreves? ¡Mal rayo te parta!”
Y a golpes y patadas lo sacó fuera de la casa.
Pobre soldado. Prueba fortuna en una y otra casa, haciendo la misma petición y recibiendo a cambio peor respuesta y peor trato.

El soldado, casi desfallecido, no se dio por vencido. Cruzó el pueblo de cabo a rabo y llegó al final, donde estaba el lavadero público. Halló a unas cuantas muchachas y les dijo:
- “¡Eh! ¡Muchachas! ¿No habéis probado nunca la sopa de piedras que hago? 


Las muchachas se mofaron de él diciendo:
- “¿Una sopa de piedra? No hay duda de que estás loco.”
Pero había unos críos que estaban espiando y se acercaron al soldado cuando éste se marchaba decepcionado.
- “Soldado ¿te podemos ayudar?” le dijeron.
- “¡Claro que sí! Necesito una  olla muy grande, un puñado de piedras, agua y leña para hacer el fuego”.
Rápidamente los chiquillos fueron a buscar lo que  el soldado había pedido. 


Encienden el fuego, ponen la olla, la llenan de agua y echan las piedras. El agua comienza a hervir.
- “¿Podemos probar la sopa?”, preguntaron impacientes los chiquillos.
- “¡Calma, calma!
El soldado la probó y dijo:
- Mm... ¡qué buena, pero le falta una pizquita de sal!”
- “En mi casa tengo sal” dijo un niño. Y salió corriendo a por ella. La trajo y el soldado la echó en la olla.
Al poco tiempo volvió a probar la sopa y dijo:
- “Mm... ¡qué rica, pero le falta un poco de tomate.”
Y un crío que se llamaba Luis fue a su casa a buscar unos tomates, y los trajo en seguida.
En un periquete los críos fueron trayendo cosillas: patatas, lechuga, arroz, y hasta un trozo de pollo.
La olla se llenó, el soldado removió una y otra vez la sopa hasta que de nuevo la probó y dijo:
- “Mm... es la mejor sopa de piedras que he hecho en toda mi vida.
¡Venga, venga, id a avisar a toda la gente del pueblo que venga a comer! ¡Hay para todos! ¡Que traigan platos y cucharas!”
Repartió la sopa. Hubo  para todos los del pueblo, que avergonzados, reconocieron  que, si bien era verdad que no tenían pan, juntos podían tener comida para todos.
Y desde aquel día, gracias al  soldado hambriento aprendieron a compartir lo que tenían.

conlaneveravacia@gmail.com

1 comentario:

  1. Es un cuento popular catalán, puede ser? Si me equivoco corrigeme, hice una obra de teatro sobre este cuento cuando era pequeña jejeje

    ResponderEliminar